viernes, 19 de agosto de 2011

Momentos

Ha pasado tiempo desde Estambul, y han pasado muchas cosas. Así que en lugar de hacer una historieta de todo lo que ha pasado prefiero contar algunos momentos. Sólo rapidamente diré que sigo en autostop, que estoy en Konya, y que he venido rodeando la costa desde Estambul. Mañana iré a Capadocia.

Ayer por la noche estaba en Denizli, llegue tarde con un camionero kurdo con quien zampe dos kilos de higos. Todo pintaba bien. Pero no. Empecé a andar por Denizli y la verdad es que la gente miraba algo raro, incluso un tipo me pidió dinero con cierto mal rollo, no se parecía eso a la sobresaliente hospitalidad turca que había saboreado hasta entonces. Alguna gente si que era maja, pero la ciudad no se acababa nunca, nadie me explicaba que autobus coger para acercarme a la autopista, y empezaba a estar francamente harto. Todo se arreglo. Esta vez el angel salvador vino encarnado en dos autoestopistas búlgaros, recuperamos la buena cara todos y terminamos viajando los tres en el remolque de un camión, a cielo abierto. Muy bonito. Nos quedamos dormidos y el camionero nos despertó con un desayuno y un sitio ideal para acampar.

También tuve la fortuna de visitar Efesos. La vieja ciudad romana esta realmente en un estado sorprendentemente bueno. Me encantó. Pero la magia del lugar venía con el regalo de un desembarco de turistas impresionante, al menos 50 autobuses, un reguero interminable. Venía de estar tres días sin ver turistas y de pronto podía oir conversaciones sobre que barrio es de Móstoles y cual de Alcorcón. Algo de shock tuve. Y mi alegría inicial de ver paisanos, fue desvaneciendose cuando intentaba comunicarme y me topaba con la misma actitud que cuando intentas hacer amigos en el metro. Eso sí, a las dos horas de salir de ahí ya estaba con un turco tomando un té y recibiendo un tour rápido de su pueblo.

Y así muchisimos momentos y anecdotas. Como por ejemplo la pareja de franceses surrealista que me recogió en los Dardanelos, que conspiraban el uno contra el otro y me lo contaban a mí. O un camionero que me decía una cosa que no entendía y tras veinte minutos de esfuerzo descubrí que quería hacerme guarrerias. También conocer a un grupo de procomunistas que me preguntaban por el Ché Guevara como si fuera mi primo. Y un buque gigantesco de carga hundido a 800 metros de la costa y con la parte alta de la cabina a dos metros de profundidad (se llega a pulmón). Y unos paisajes impresionantes, con sus amaneceres y atardeceres, la costa accidentada de Anatolia, las montañas gigantes de roca desnuda. Vamos, que me lo estoy pasando en grande.

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